lunes, 3 de diciembre de 2007



Hoy amanece nuestro país con una mínima esperanza por hallar una paz muy amenazada y una reconciliación impostergable. Nos lo permite el escaso margen favorable obtenido por quienes nos opusimos a la reforma constitucional propuesta por el Presidente de la República, en medio de una alta abstención que también debe ser incluida en todos los análisis. El resultado de ayer domingo 02 de diciembre no es el fin de una jornada sino el principio de la más difícil, como lo es lo antes señalado.
Hay que tener presente en todo cuanto se piense o se diga que poco más de la cuarta parte del electorado venezolano, cifra nada despreciable, consideró viable un proyecto constitucional que – dicho con absoluta sinceridad y convicción jurídica – afectaba gravemente el espíritu de la Constitución de 1999 y no tenía conexión con nuestra tradición social y cultural. Creo que con esos venezolanos hay que abrir un espacio para la discusión y el diálogo.
También los favorecidos por los electores tenemos que pensar en el porqué de nuestra decisión. Hay muchas demostraciones a lo largo del camino en que no siempre privó un ánimo de construir una vía adecuada para la paz y la justicia.
Aquí todo sigue en un hilo. El hecho que poco más de doscientas mil personas hayan inclinado el destino constitucional hacia el lado de lo que parecía más sensato, no cambiará por sí solo a una sociedad resquebrabajada, desorientada, muy injusta e indiferente en buena medida.
La función de interpretar el resultado electoral, tan solo en el aspecto jurídico, es una labor profunda y difícil.
El pueblo ha cumplido directamente la función que le correspondía - sigo sosteniendo que esa era la vía indicada y no entiendo porque no se la asumió – al Tribunal Supremo de Justicia en su Sala Constitucional. Quiero decir con ello que el pueblo ha sentenciado. Lo decidido por él tendrá que ser interpretado adecuadamente respecto de cada acto de gobierno, en cada expresión de la administración pública, en las relaciones privadas, en todo.
Y cuando digo que el pueblo ha sentenciado no se crea que acudo a un eufemismo. No. El artículo 253 de la Constitución cuya vigencia ayer resultó favorecida señala que “ la potestad de administrar justicia emana de los ciudadanos o ciudadanas”.
De acuerdo con ello, dada la renuncia de los miembros de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia a su deber de administrar justicia, el pueblo lo asumió directamente en el acto refrendario.
De aquí en adelante todos los venezolanos tendemos que ser guardianes de la obligación de dicho órgano de adaptarse en sus fallos a la decisión de la colectividad. Piénsese solamente en lo relativo a instituciones, mecanismos o normas que habían sido creadas sin respaldo constitucional, que buscaban ser convalidadas con el referendo y que ahora habrá que buscarles una solución acorde con la voluntad popular. Las misiones ( que creo son defendibles y útiles), lo de la Fuerza Armada, señalo a título de ejemplo.
Por un tiempo bastante largo será una especialidad jurídica la concordancia, la adaptación, la interpretación y el análisis del sistema jurídico previo al referendo y lo que ha emanado de él. No se debe, en consecuencia, romper el texto de la reforma. Más bien, debe ocupar un puesto privilegiado en cualquier escritorio, tertulia o alegato.
En esto me concentro ahora. La lucha contra la adversidad fortalece el espíritu. Eso fue algo que demostramos ayer.

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