sábado, 1 de noviembre de 2008

No gracias, no fumo.


Hace muchos años, cuando era fumador, una mañana conocí a un abogado en el trajín de los tribunales. Después de hacer unas diligencias en expedientes nos fuimos a tomar unos cafecitos y estando en eso le ofrecí un cigarillo. "No gracias, no fumo" me advirtió el nuevo amigo.
Esa situación se repitió por varios días seguidos e invariablemente el colega me advertía que él no fumaba, aún cuando en la última oportunidad que nos encontramos, agregó que "en realidad sí fumo, pero solo cuando bebo licor".
Como la amistad fue creciendo y se hizo extensiva a mis amigos y a los amigos de él, resultó que también un día decidimos almorzar todos juntos.
Allí cambió el panorama. Desde el almuerzo hasta ya casi las seis de la tarde en que nos quedamos en el restaurant, mi amigo Cabrera se lanzó por lo menos una cajetilla de cigarrillos. Y eso se repitió en muchas ocasiones. Le comenté a un amigo de los que le presenté: "Cabrera no fuma salvo que beba licor, pero bebe todos los dias de mediodía pá bajo..." ¿fuma o no fuma?
Alvarado es un amigo que fuma más que "una meretriz privada de su libertad". Un día le pregunté que si nunca había intentado dejar de fumar y me contestó que sí, que una vez estuvo doce años sin fumar. "¿Pero cuando fue eso?" le pregunté, "...porque yo te conozco desde hace años y siempre te he visto fumando..."
"Bueno, es posible, pero yo no fumé desde los cero hasta los doce años, exactamente doce..." me respondió con una sonrisa de esas que llaman "de oreja a oreja".
En verdad - digo yo - estuvo doce años sin fumar.