domingo, 31 de agosto de 2008

Así es el turismo. Denuncia.



Este es un sitio de la hermosa costa venezolana. La foto de arriba es como para enviarla a las compañías promotoras de turismo, agencias oficiales en el ramo, agencias de viajes, publicidad en el exterior. Podemos decir que son playas excepcionales, aguas generosas y lugares paradisíacos.
Pero para acceder hasta allí hay que pasar por el camino que está en la foto de abajo.
Destrucción de la naturaleza.
Contaminación.
Y no es cuestión de autoridades solamente.
Es fundamentalmente el ciudadano el que incumple sus obligaciones. Y punto.

martes, 19 de agosto de 2008

¿ Son necesarias las vacaciones judiciales ?



Una asociación o fundación llamada creo que "Justicia Libre", ha colocado en televisión unos espacios de protesta por las vacaciones judiciales, bajo la creencia que ese mes de inactividad judicial del 15 de agosto al 15 de septiembre, incide en el rendimiento del sistema judicial.
Me parece que sus directivos, creo que bien intencionados, no tienen mucha experiencia en esta materia. En primer lugar, ese mes de vacaciones es la única forma de la que disponemos los abogados litigantes para nuestro descanso. Cuando llega ese periodo estamos,exhaustos, agotados, ya no podemos más y lo vemos como una gracia divina.
En segundo lugar - y esto es lo más importante - no es con más tiempo de trabajo como se resuelve este problema. La solución es relativamente fácil: 1) Crear más, muchos más tribunales, dejando atrás la creencia que esto es una pérdida de dinero, cuando en realidad es inversión social.2) Deslastrar la justicia de tantas formalidades y "papeleo" inútil, concentrando las sentencias en su verdadero componente decisor; 3) establecer una justicia disciplinaria efectiva para quienes ocupan los tribunales sin necesidad, abandonan las causas, etc.; 3) jueces autónomos, con experiencia, respetando escalafones, etc. Por ahí va la cosa.

sábado, 16 de agosto de 2008

(15) El deporte en un país campamento.


Los Juegos Olímpicos de Beijing nos permiten hacer unas reflexiones sobre el deporte en una nación determinada. Y es que, además, no pocas veces los ideales nacionalistas se identifican o confunden con el deporte.
Los venezolanos suelen expresar esos ideales cuando ven triunfar a sus peloteros en las “grandes ligas” del béisbol norteamericano, a un futbolista en las ligas europeas o a un boxeador.
Y ahí termina el sueño nacionalista.
El deporte debe ser necesariamente un ingrediente de la identidad nacional. Pero ¿porqué?. Porque el deporte supone constancia, superación, disciplina y autoestima. Implica largas jornadas de meditación y de concentración. Requiere de normas adecuadas de alimentación y de abstención de conductas negativas (adición a bebidas o al cigarrillo, por solo decir una). Se forma así un ser humano apto para cualquier objetivo social y se convierte en ejemplo para otros ciudadanos.
Y ¿ esto tiene algún otro valor ¿. Sí, pongamos uno meramente material.
Lo que el Estado invierte en formar atletas es mucho menor que lo que tendrá que invertir en hospitales para quienes no traten de cumplir con un mínimo de esa condición.
Y el aporte del atleta a la sociedad es siempre más eficaz en todo sentido de quienes no lo son.
Por añadidura, una vez que se forman esos atletas se les envía a competir en determinados juegos, en competencia, que vienen a ser una exposición o muestra de lo que un país ha hecho por el bienestar e sus ciudadanos.
Ese es el sentido de esas competencias.
Que se consigan buenos exponentes deportivos aislados, que se compita por competir, que una persona cumpla con esas metas solo para lucrarse o que se improvise el envío de atletas sin el conjunto de valores antedichos, no es precisamente un componente de un ideario nacionalista.
Por eso están allí los resultados deportivos venezolanos de vieja data.
Solo el deporte concebido en tan amplios términos y objetivos sociales, cultura, educación, salud, disciplina, etc. tiene un valor nacionalista.

martes, 12 de agosto de 2008

(13). País campamento: Nadie oye ni nadie protesta por eso.




El Estado no oye adecuadamente a los ciudadanos que quieren aportar algo en cualquier campo del conocimiento. Y los ciudadanos, aún teniendo mecanismos legales para ser oídos, no logran que eso se haga.
Fíjense que señalé que no nos oye adecuadamente. Eso quiere decir que no nos oye a todos, que oye selectivamente, que oye lo que cree que le interesa y, sobretodo, oye a quienes saltando barreras y haciendo esfuerzos titánicos se imponen.
Una nación de verdad oye a todos sus hijos; es más, sale a buscarlos bajo la seguridad que hallará a alguien para cualquier actividad.
El Estado no nos oye porque jamás ha creado mecanismos para ello, formas de participación completas, abiertas, ilimitadas.
Se enuncia, eso sí, en pomposos principios y magníficos textos legales, la idea de la participación del ciudadano en el destino de su país en el campo del conocimiento. Pero no hay mecanismos sencillos, espacios abiertos, formas de búsqueda, imaginación, interés, inversión, esperanza, tolerancia, instrucción, estímulo, para que eso sea una expresión masiva de la colectividad.
Y en la agenda de casi todo ciudadano no figura pedir, o en su lugar protestar, y más enérgicamente confrontarse, para buscar espacios para la construcción de su país en los campos del conocimiento.
Concluimos, entonces, que una nación no se puede formar sin una comunicación adecuada entre los ciudadanos y el Estado, y entre los ciudadanos entre sí.
Cuesta aceptarlo, pero también en eso hay evidencia que vivimos en un campamento con reglas mínimas de convivencia, donde el destino se deja al azar.

viernes, 8 de agosto de 2008

(12) Todo lo que se escribe dentro del campamento.


Cierto día me encontraba haciendo una diligencia personal en una oficina de una Universidad experimental venezolana. Había en ella, a pesar de su gran dimensión, apenas el espacio para un escritorio y dos sillas. Estaba repleta hasta media pared de ¡tesis de grados ¡ para su revisión.
Enlacé esa visión con algo que me dijo un abogado de larga experiencia docente muchos años atrás: que le había tocado examinar muchas tesis de post grado en ciudades que no tenían una tradición jurídica muy grande y había encontrado obras que valía la pena publicar.
Atando todos esos cabos, preguntando aquí y allá, sumando experiencias personales, teniendo en cuenta datos que he obtenido del ejercicio de mi profesión de abogado, etc. creo tener una base suficiente como para hacer una indagación a fondo en este sentido.
Y es sobre la base que nuestro país debe tener un caudal inmenso de aportes individuales o colectivos en todas las profesiones científicas, humanísticas, técnicas, etc. de las cuales apenas se conoce, publica y difunde un mínimo porcentaje.
Siendo sinceros, debemos reconocer que el requisito de las tesis de grado y similares, si bien son concebidas con un propósito muy constructivo, son tenidas en la realidad como un mero trámite académico para obtener un grado más alto en jerarquía o escalafón, lo que, a su vez, se traduce en mejores ingresos. De allí no pasan.
Con toda seguridad debe haber centenares de miles de obras en todo el país y en todas las ramas del conocimiento, algunas de las cuales podrán ser excelentes, otras buenas, quizás la mayoría requiera de ampliaciones o rectificaciones, pero todas, seguro que sí, podrían constituir inmensos aportes al saber y ,por tanto, al desarrollo nacional.
No existe un centro ni una inteligencia que las acopie, les haga seguimiento, localice a sus autores y los estimule a profundizar o corregir.
Es inimaginable el patrimonio perdido, deshaciéndose en rincones de quién sabe dónde.
Porque un país que vive como si estuviese en un campamento, de tránsito, carece de amor propio.

miércoles, 6 de agosto de 2008

(11) País campamento o país sin proyecto.



Bajo requisitos muy estrictos invoco en mis escritos (acciones ante los tribunales, dictámenes, sentencias y columnas de articulista) la opinión de otras personas o de interpretaciones legales hechas por otros o de precedentes jurisprudenciales. Estoy casi absolutamente bloqueado en eso. Excepcionalmente lo hago y no vienen al caso las razones de eso.
Esta vez lo hago bajo la excepcional situación de encontrar una especie una prueba de lo que he venido señalando en estas entregas, bien estructurada, producida por un hombre con una vasta experiencia política, social y jurídica; sin atisbo de mezquindad ni de propósitos malsanos. De sus líneas surge, más bien, como un clamor de una situación que muchos venezolanos logramos ver pero que no tenemos formas de controlar, ni hacer mucho por revertir.
En la edición del diario “El Nacional” del martes 05 de agosto de 2008, el Dr. Ramón Escovar Salom, bajo el título de “El proyecto nacional”, señala que nosotros no tenemos un proyecto de nación, lo que se evidencia de: 1º) la desaparición de las instituciones, que en mi caso personal sería su “no desarrollo”, pues desde 1958 a hoy, que son los años en que he tenido madurez en el acceso al conocimiento y a la realidad, nunca vi instituciones sólidas. Tal vez el Dr. Escovar sí tuvo oportunidad de vivirlas; y 2º) la idea de que el progreso se mide por la riqueza del país y su explotación descuidando al ser humano, al hombre.
Convengo en que no tenemos un proyecto en el sentido de formulación de un país en el tiempo, es decir, mirando hacia el porvenir, más allá de la instrumentación de un plan a corto plazo.
Vale decir, según mi interpretación de lo que es el asentamiento de nuestro grupo humano en este territorio, que siempre parece que estamos de tránsito hacia otro lugar, que algunos se resignan a vivir en el campamento porque no encuentran forma de salir de él y que otros, en fin, lo usan para sus propios fines y cuando pueden se van. Eso implica carencia de instituciones y más bien genera reglas frágiles para sustentar solo un mínimo de convivencia.

martes, 5 de agosto de 2008

(10) La justicia en un país campamento.



En un país con profundo sentido o sentimiento nacionalista, que ya quedó claro que no son todas esas actitudes febriles o teatrales de gritos y consignas, la justicia es el medio esencial para preservarlo. Los jueces son los grandes orfebres de una verdadera nación, de un asentamiento humano en un territorio donde sus ciudadanos están unidos por verdaderos lazos garantistas de su destino.
La justicia en los campamentos no es finalista. Se limita a dirimir controversias mientras dura la ocupación del territorio, en términos suficientes para garantizar que cada quien haga lo que vino a hacer o lo que quiere hacer. Por consiguiente, los jueces no son sino simples funcionarios que dirimen controversias. La justicia es así inmediata, superficial, desalmada.
La justicia de una verdadera nación está enfocada en grandes propósitos: el ser humano, sus espacios vitales, su aporte al todo, sus necesidades y la garantía de su condición de ciudadano. Los jueces aquí son profundamente reflexivos, pues tienen que preservar el equilibrio social y la necesidad de la sociedad de estar fuerte ante cualquier contingencia. Los jueces están en la obligación de mantener vivas las expectativas de todo el conglomerado social. Son su garantía. Son su instrumento esencial de supervivencia.
En una auténtica nación todo reposa en la sanidad y sabiduría de sus jueces. Y se les respeta. Sus decisiones, buenas o malas, tienen siempre el signo de que fueron tomadas para preservar las instituciones. Los yerros pueden corregirse y el sistema se supera.
Los jueces nuestros ya no pueden hacer nada mejor. Nunca antes tampoco lo hicieron a cabalidad, pero había algunas luces.
Algún día tendremos que empezar de nuevo.

domingo, 3 de agosto de 2008

¿Violencia contra la mujer o manipulación ?


Hacemos un alto en la serie de opiniones que hemos venido tejiendo alrededor de la idea de que Venezuela es un "país campamento". Concluiremos eso con cuatro o cinco entregas más.
Pero es que hay algunos temas que considero necesario abordar en este momento, uno de ellos es la violencia contra la mujer venezolana y el otro es el referente al agua.
Es indudable que en nuestro país hace falta toda una política de Estado para controlar y vencer el flagelo de la violencia contra la mujer. Y no solo es esa violencia física en la que aparece como emblemático un hombre borracho que le pega a su mujer. No. Es la violencia psicológica en el trabajo, en la publicidad, en la lucha por alcanzar cualquier bien material o inmaterial, en la participación, en fin, en muchas cosas.
Se han creado leyes destinadas a hacer posible esa lucha, pero temo que se han llevado a cabo sin una suficiente preparaciòn y concientización a fondo, es decir, bajo el manto de la improvisación, aunque se pretenda hacer ver que miles de foros, declaraciones, preparativos, especialidades, etc. puedan dar la idea de una planificación.
De no tomarse todas las previsiones pare evitar un mal uso de la ley, la misma terminará no sirviendo al objetivo para el cual se ha creado.
Estas reflexiones me vienen en mente después de estar en contacto directo con dos casos de absoluta manipulación de la ley bajo propósitos ilegales o inmorales de sendas mujeres.
En la primera de ellas, una señora con tres hijos, el menor de ellos de su actual pareja y con quien se encuentra en ruptura o conflicto, acude a solicitar protección por violencia contra la mujer y obtiene así una decisión que la favorece a quedarse en una vivienda en la que no tiene ningún derecho, pues fue adquirida por su esposo con anterioridad al matrimonio y por vía sucesoral. El Estado acuerda la medida y, como si fuera poco, la señora trata de llevarlo a la cárcel. Es de tal magnitud la inexistencia de fundamento en la solicitud, que la causa penal termina allí. Pero la señora, envalentonada por una decisión tomada sin ningún asidero (la de permanecer en el inmueble), fuerza a su pareja a un acuerdo desproporcionado, permitiéndose inclusive rechazar ofertas que están por encima de lo que le corresponde. Por lo demás, la amenaza de una nueva denuncia obra como un factor que agrava la situación.
Más recientemente, observo el caso de una ciudadana que es socia en un negocio con sus dos hermanos. Ella ha tratado ilícitamente de apoderarse de la firma mercantil bajo fraudes y subterfugios, pero al ser atajada a tiempo, decide entonces acudir al manejo de la ley sobre la violencia contra la mujer, inventando situaciones que no existen, para así poder eliminar a sus socios, al menos bajo la medida de protección que no se acerquen al negocio, lo cual equivale a que ella pueda manejarlo económicamente a su antojo.
La prueba del fraude a la ley es evidentísimo. ¿ Cómo puede explicar la dama en referencia que en un negocio que está abierto al pùblico, pueda existir violencia de su socio-hermano, si ambos trabajan juntos allí desde hace muchos años, por lo menos ocho horas a día ?.
Y además, las denuncias se hacen más frecuentes cada vez que sus dos hermanos y socios mayoritarios, tratan de controlar legalmente los abusos de su hermana socia minoritaria.
Si la ley se relaja, como se observa en esos dos casos y muchos otros que me han referido, las consecuencias las pagarán las mujeres que son víctimas de violencia de verdad y que sí necesitan protección.

viernes, 1 de agosto de 2008

(07) País campamento o empresa.



Seguramente es repugnante decir que un país es una empresa. Porque esa literatura y esos discursos baratos que nunca abandonamos, privilegian la exaltación de valores empalagosos, de frases de ocasión, de expresiones para subir el ánimo por un ratico.
Pero nada de eso es patria, ni nación, ni sentimiento nacionalista.
Una nación es una empresa, sí, una empresa, un conjunto de seres humanos que producen bienes y servicios, materiales o espirituales, para causar bienestar colectivo.
El bienestar colectivo crea una mística nacionalista por ser todos eficientes, por sacarle el mayor provecho posible a los recursos de que se dispone.
En esa organización de recursos humanos y económicos entran los servidores públicos cuyo objetivo es aprovechar el tiempo, facilitar los trámites, ahorrar bienes y energía, preparar a sus jóvenes, conceder prioridad a los méritos, cuidar los recursos que se tienen y atender correctamente a cada ciudadano en toda función legalmente establecida.
El servidor público es un factor de la empresa, una pieza de ella. Ese es el verdadero sentimiento nacionalista, ser parte útil de esa empresa.
La experiencia de nuestro país es, generalmente, la de funcionarios públicos, es decir, personas que ocupan un cargo público sin mayores pretensiones que la de que se haga lo que forzosamente hay que hacer, salga como salga, y mediante una actividad que le produce su sustento.
No tenemos el arraigo, el sentimiento generalizado de servidores públicos, es decir, de empresarios que construyen un país de verdad. Esto es, de un aparato que trabaja a toda su capacidad para que haya bienestar colectivo.
En los campamentos, dado que los domina el sentido de la provisionalidad, el objetivo es resolver las necesidades mínimas de convivencia. Y nada más. Es esto lo que no queremos abandonar. Pero tendremos que hacerlo.