martes, 12 de agosto de 2008

(13). País campamento: Nadie oye ni nadie protesta por eso.




El Estado no oye adecuadamente a los ciudadanos que quieren aportar algo en cualquier campo del conocimiento. Y los ciudadanos, aún teniendo mecanismos legales para ser oídos, no logran que eso se haga.
Fíjense que señalé que no nos oye adecuadamente. Eso quiere decir que no nos oye a todos, que oye selectivamente, que oye lo que cree que le interesa y, sobretodo, oye a quienes saltando barreras y haciendo esfuerzos titánicos se imponen.
Una nación de verdad oye a todos sus hijos; es más, sale a buscarlos bajo la seguridad que hallará a alguien para cualquier actividad.
El Estado no nos oye porque jamás ha creado mecanismos para ello, formas de participación completas, abiertas, ilimitadas.
Se enuncia, eso sí, en pomposos principios y magníficos textos legales, la idea de la participación del ciudadano en el destino de su país en el campo del conocimiento. Pero no hay mecanismos sencillos, espacios abiertos, formas de búsqueda, imaginación, interés, inversión, esperanza, tolerancia, instrucción, estímulo, para que eso sea una expresión masiva de la colectividad.
Y en la agenda de casi todo ciudadano no figura pedir, o en su lugar protestar, y más enérgicamente confrontarse, para buscar espacios para la construcción de su país en los campos del conocimiento.
Concluimos, entonces, que una nación no se puede formar sin una comunicación adecuada entre los ciudadanos y el Estado, y entre los ciudadanos entre sí.
Cuesta aceptarlo, pero también en eso hay evidencia que vivimos en un campamento con reglas mínimas de convivencia, donde el destino se deja al azar.

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