viernes, 8 de agosto de 2008

(12) Todo lo que se escribe dentro del campamento.


Cierto día me encontraba haciendo una diligencia personal en una oficina de una Universidad experimental venezolana. Había en ella, a pesar de su gran dimensión, apenas el espacio para un escritorio y dos sillas. Estaba repleta hasta media pared de ¡tesis de grados ¡ para su revisión.
Enlacé esa visión con algo que me dijo un abogado de larga experiencia docente muchos años atrás: que le había tocado examinar muchas tesis de post grado en ciudades que no tenían una tradición jurídica muy grande y había encontrado obras que valía la pena publicar.
Atando todos esos cabos, preguntando aquí y allá, sumando experiencias personales, teniendo en cuenta datos que he obtenido del ejercicio de mi profesión de abogado, etc. creo tener una base suficiente como para hacer una indagación a fondo en este sentido.
Y es sobre la base que nuestro país debe tener un caudal inmenso de aportes individuales o colectivos en todas las profesiones científicas, humanísticas, técnicas, etc. de las cuales apenas se conoce, publica y difunde un mínimo porcentaje.
Siendo sinceros, debemos reconocer que el requisito de las tesis de grado y similares, si bien son concebidas con un propósito muy constructivo, son tenidas en la realidad como un mero trámite académico para obtener un grado más alto en jerarquía o escalafón, lo que, a su vez, se traduce en mejores ingresos. De allí no pasan.
Con toda seguridad debe haber centenares de miles de obras en todo el país y en todas las ramas del conocimiento, algunas de las cuales podrán ser excelentes, otras buenas, quizás la mayoría requiera de ampliaciones o rectificaciones, pero todas, seguro que sí, podrían constituir inmensos aportes al saber y ,por tanto, al desarrollo nacional.
No existe un centro ni una inteligencia que las acopie, les haga seguimiento, localice a sus autores y los estimule a profundizar o corregir.
Es inimaginable el patrimonio perdido, deshaciéndose en rincones de quién sabe dónde.
Porque un país que vive como si estuviese en un campamento, de tránsito, carece de amor propio.

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