lunes, 17 de diciembre de 2007

NOTAS A RIGOBERTO LANZ SOBRE LA RECONCILIACION.

SOBRE LA IMPOSIBLE RECONCILIACIÓN

Si nos atenemos a lo estrictamente expresado por usted en su artículo ¿ Dijo usted reconciliación?, publicado en El Nacional del domingo 16 de diciembre del año 2007, tendremos que a lo que realmente se opone es al vocablo “reconciliación” para referirse a “la búsqueda de espacios de diálogo político, zonas de distensión para que la gobernanza prospere, puentes y negociaciones de todo género para que los conflictos no derrapen en violencia ciega.” Es decir, es un simple asunto terminológico.
Posiblemente, sea exactamente eso lo que la gente comúnmente quiere referir con el término en referencia y no lo que verdaderamente significa.
Siendo así, no obstante creer que es valioso su aporte para la discusión, ningún sentido le encuentro a toda esa voluminosa descripción de lo que es la hipocresía de los que mal utilizan el término, ni tampoco encuentro razón para limitarse a hacer un elenco de las infinitas desigualdades, miseria e injusticias en que vivimos. Y no antes sino también ahora, esto es, siempre.
Esas desigualdades y miserias también se desplazan. Ahora hay expresiones de ellas que antes no había y antes había otras que ahora no las hay. El error está en no percibirlas en cada tiempo y creer que no existen o sí existen, según nos interese.
Si partimos del significado del vocablo “reconciliación”, obtendremos la inequívoca convicción de que jamás existirá en ninguna nación del mundo. Ni existe ni existió, pues en toda sociedad, quiérase admitir esto o no, hay barreras, conflictos u obstáculos insalvables o de difícil superación.
Queda aún el recurso de apelar a la conciencia colectiva, al ciudadano medio o promedio de toda colectividad, a aquel ciudadano que los romanos llamaban “el buen padre de familia” y que es una figura jurídica aún perdurable en muchas legislaciones, incluyendo la nuestra, desde cuya óptica “reconciliarse” podría tener el sentido de una aceptación de la realidad sin renunciar a las luchas, perseverar, tratar de que el más cerrado adversario nos oiga y trate de entendernos, tener puntos coincidentes y tantas otras expresiones más.
Reconciliación podría ser así un mínimo equilibrio de convivencia. Desde allí sería posible progresar para todos y en mayor intensidad según más necesidades se tengan. Ese es el cauce de toda la historia. Sin esa mínima reconciliación, que a usted le parece insostenible, tal vez impúdica o falsa, no queda otra realidad que el vacío, la desesperanza y la negación de todo.

Vicente Amengual Sosa.
c.i. 3.202.469

No hay comentarios: