domingo, 3 de junio de 2007

Otra entrega para los Ricardos que quieren dejar de fumar.

Como advertí en la entrega de ayer sábado, continúo hoy domingo y por tres días consecutivos más, contando experiencias personales sobre lo que para mi significó dejar de fumar hace más de 30 años. La inspiración para escribir de esto me la dió un "bloguero" que se identifica como Ricardo, quien narra haber emprendido una lucha con mediano éxito contra el hábito de fumar y que solo le falta el paso definitivo para dejarlo totalmente, para el cual no se siente totalmente preparado.
Ratifico una vez más la sencillez de estas lineas y no una pretendida posición arrogante o de ser mejor que los demás. Solo quiero colaborar aunque sea en algo mínimo.
Veamos hoy otro ángulo de la lucha. El que toma la decisión de emprenderla tiene varias motivaciones posibles: siente aquella amargura en la boca cuando se levanta o escupe cosas horribles o siente que muchas personas lo tratan de lejito por aquel tufito de la piel o le duele la cabeza o ve que no puede correr o caminar bien, o siente que su pareja que lo quiere mucho trata de no besarlo (a) en la boca por la hediondez de su aliento (se nota, así use lo que use para esconderlo).
El escenario para tomar la decisión es el más solitario del mundo: la habitación donde se duerme o encerrado en la oficina o caminando a solas por la calle, madurando cuándo y cómo se tomará la decisión. Piensa que para afrontar la abstinencia no comprará cigarrillos y masticarás chicles o caramelos.
Todo esto que hemos dicho hasta ahora es lo más común o "standard" en el problema.
Pero la realidad es otra y es más avasallante. Si la conocemos desde antes de tomar la decisión, al menos habremos ganado que no habrá sorpresas en el asunto. Lo demás es ganancia.
Pero resulta que de pronto usted está en su auto con una amiga bajando a la inmensidad de la Gran Sabana, o comiéndose una marquesa de almendras en la pastelería frente a la Iglesia de la Colonia Tovar o tullido de frío tomándose un "calentao" en el Refugio Mucubají de los páramos vía Mérida. Piensa que lo único que le falta para que todo sea perfecto es... el cigarrito.
Qué opciones tiene: 1) Utilice el recurso de pensar que cinco minutos de un cigarrillo le van a dañar un esfuerzo de varios días y que tendrá que utilizar más tiempo que ese para curar los efectos del mismo en su organismo; 2) Puede imaginarse lo triunfador que se sentirá a la mañana siguiente cuando se levante y puede que esto compense y sobrepase el placer de los 5 minuticos del cigarrillo; 3) No diga "uno solito, tampoco puedo ser tan radical", puesto que dentro de un rato dirá "dos solitos"; 4) Párese, dése una vuelta, hable, camine, si está en Mucubají baje corriendito hasta la laguna, si está en el "Hato Grill" de la avenida La Salle, póngase a ver las fotos viejas que tienen allí, y así por el estilo. Es bastante probable que se le olvide el cigarro por un tiempo. Luego verá qué hace ; 5) No le cuente a nadie de su iniciativa, salvo su pareja. No hay cosa más fastidiosa que un amigo, compañero de trabajo, etc. cuando uno está en el momento crítico de la lucha. Son los que dicen: "Te vas a poner con esas pendejadas, la vida es una sola" o " no te dés mala vida, anda, uno solito". Para ese vicio o cualquier otro, si a uno lo fastidian diciéndole que "te vas a poner con esa mariquera", no pela el recurso de decir que te lo prescribió el médico por cualquier vaina, mientras te hacen unos exámenes. Este país es de la cultura de que lo que dicen los médicos es "santa palabra". Decirles a lo jalisco que quiere dejar de fumar y que no quiere más nada es lo ideal, sobretodo si tiene la cara dura para aguantar el fastidio, las risitas y los comentarios burlones; 6) por supuesto que debe tratar de evitar esas personas y esos ambientes en la fase crítica; 7) la fase crítica depende de cada quien, por lo que mientras más firme se sea, más rápido saldrá de ella; 8) acuda al recurso de pensar las cosas que está por lograr si deja el cigarrillo y que echará para atrás si vuelve a caer en el vicio; 9) hay muchos recursos secretos, digámoslo así, porque pueden ser o parecer odiosos, pero en esta lucha no hay tregua ni cuartel. Le indico uno solo para que la imaginación vuele: vea a los fumadores a su lado y reconozca que los siente... digamos solo débiles. Imagínese el color de la piel de sus dedos, el olor de su ropa y el de su boca. Esto ayuda.; y 10) con estos consejos anteriores su inteligencia le dará para inventar otros recursos.
Estas cosas crudas no se la dicen en ningún manual ni instructivo de ninguna asociación contra el hábito de fumar ni en ningún programa radial o televisivo. Se las dice un ex fumador empedernido que venció el hábito hace treinta años y 263 días. Adelante Ricardos.

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