viernes, 8 de junio de 2007

Casos de la justicia miserable.


Mi amigo M.P. me está llamando desde hace varios días desde su celular. La primera vez me dejó un mensaje y ahora, cuando veo que es su número y que no recordaba, no contesto. Sé que tendré que contestarle en algún momento y que incluso nos veremos ( me dice que es urgente), pero me estoy preparando anímicamente para poder hacerlo. Porqué actúo así ?.
M.P. , es decir Manolo, es un amigo noble y de principios. Es un buen y consecuente amigo. Hace años me buscó para que lo representara en una causa judicial en la que tenía empeñada, además de uno de sus bienes más preciados, todo su orgullo y su amor propio. Sus rivales eran sus socios en un conocido restaurante de la ciudad y además, la compañía mercantil que corresponde a ese fondo de comercio, es arrendataria de un inmueble de Manolo.
Manolo no los quería más como socios ni a la compañia como arrendataria. No podía convivir más con semejantes delincuentes. Durante años le han birlado sus utilidades, pues entre ellos hacen mayoría en el fondo de comercio. Y como contribuyentes son unos típicos evasores de esos que ahora el Seniat persigue con ahínco y firmeza. !Lástima no estaba antes !
Tipos inescrupulosos estos. Tratamos de que el antiguo Seniat tomara cartas en esto pero los funcionarios eran más delincuentes que ellos. Imagínense que hace cosa de diez o doce años ocultaban más de 100 millones anuales en ganancias ( se imaginan cuánto es eso hoy día ?. Por un pelo no los agarramos puesto que a tiempo ocultaron los libros verdaderos.
M.P. los demandó y obtuvo una sentencia favorable para que le desocuparan el inmueble por insolvencia. Los tipos se negaban a entregárselo. Apelaron y he aquí que el juez de segunda instancia decidió que una insolvencia de apenas una mensualidad no era causa suficiente de desalojo, así estuviera previsto en el contrato. ! Vaya !. Y esta era una decisión inapelable.
Creo que todavía doce años después los delincuentes siguen siendo arrendadores del local.
Desde ese día no he visto a Manolo con la frecuencia de antes. Siento verguenza, pena ajena, por lo que le hizo la justicia venezolana. Por eso me estoy preparando para hablar con él.
Sé lo que aquello le dolió. Era algo imposible de perder, pero así son las cosas aquí. Hay cientos, miles de casos en condiciones semejantes.

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