Esta mañana Hugo te dije con toda sinceridad lo de los que tienen dos o más inmuebles. Espero hayas captado el mensaje. Pero con lo de que cada quien debe regalar los trastos viejos que tiene en su casa estoy casi absolutamente de acuerdo contigo. Y eso no es de ahora.
Afortunadamente para mi, de todo cuanto opino por este medio, hay un testimonio escrito en mi larga actividad de columnista de prensa. Vamos al grano.
Yo no soy de esos que se meten mucho en " casa ajena " (como decían antes) y sin embargo, viendo la casa de unos pocos amigos y familiares que frecuento, he podido comprobar como hay absolutamente de todo, leáse bien " de todo" lo necesario para equipar una casa, desde un tenedor hasta una nevera, pasando por muebles, electrodomésticos, paños, cepillos, televisores, etc. que están tirados en un rincón llevando polvo o que sirven de repisa o colgaderos, embojotados, amarrados, etc. , que todavía pueden un buen uso y no lo tienen allí y no se los dan a nadie.
La solidaridad, es verdad Hugo, tiene rango constitucional (artículo 135), pero la vaina no es tan sencilla. Primero, sí hay gente y bastante que le busca acomodo a lo que ya no usa. Pero también hay personas que no se quieren despegar nunca de cualquier cachivache que tienen y prefieren que se pudran antes de regalarlos.
Aún queriendo hacerlo hay otros inconvenientes: Cómo saber quién los necesita, es uno de los problemas. Cómo transportar algunos de esos cachivaches es otro ( no podremos pretender que también lo haga el que regala).
Llevarlos a los sitios públicos, tengo entendido que dijistes a las plazas Bolívar, sería un relajo, un caos de todo tipo. Permitir que los vengan a buscar a las casas puede ser una manera de que te atraquen.
Puede ser que se haga una operación cada cierto tiempo y que organismos del Estado monten una línea telefónica exclusiva para que llamen para buscarlos. Se los llevarían a terrenos públicos y allí harían un inventario y luego los irían a buscar los que los necesitan o se los llevan esos mismos organismos. Atento, eso sí, con que no se los lleven los mismos funcionarios o los revendan o los piquen. Eso es un mal endémico aquí.
Pero de verdad verdad yo creo que aquí y en cualquier lugar del mundo debe haber una fortuna de millardos en la moneda que sea en bienes que nadie usa, que están buenos y que nadie se desprende de ellos.
Si algo se implementara para darles utilidad también los comerciantes pondrían el grito en el cielo, pues siempre dejarán de vender sus cosas nuevas. El mundo es jodido, Hugo.
En Bogotá, los domingos, cerca de la casa del Libertador, tuve la oportunidad de ver varias veces el comercio más increíble. Muchos tarantines vendían todo lo que dije arriba y hasta relojes quemados, periódicos viejos, piedras, todo lo inimaginable. Pero la última vez que fui ya no estaba funcionando.
Es difícil, Hugo, hasta la buena voluntad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario