Pensando en todos los aspectos demostrativos de este grupo de personas que sin coherencia importante ocupamos este territorio, llega el día de la graduación de bachiller de mi hijo.
Allí, en el auditorio, entre formalidades y aplausos, aprovecho para seguir tejiendo estas reflexiones.
Veo desfilar ante mis ojos 107 jóvenes venezolanos. Mientras se acercan a recibir sus respectivos títulos, se anuncia por el micrófono qué estudios universitarios seguirán y dónde, seguido de un breve pensamiento que cada uno de ellos ha escrito.
Se han formado en un colegio exigente, de alta calidad docente y con recursos de todo tipo, por lo que bien puede pensarse que vienen a ser, sí, cuesta decirlo, tal vez sea doloroso admitirlo pero es la verdad, vienen a ser, repito, una elite en la educación nacional.
Me pregunto si a ese nivel de ellos hay claridad y conciencia de que no tienen en verdad una nación, que no pertenecen a una comunidad organizada que tiene sus propias estrategias, que no forman un grupo humano de diverso origen, costumbres y educación que convergen en un espacio territorial para fomentar y sostener, digamos que una empresa (y volveremos sobre esto en la próxima entrega) que es su país, su nación, en la que todos tienen que ver con todos y forman parte de un todo.
Al final, el número uno en promedio académico da un breve discurso sin ataduras conceptuales, sin cadenas formales, descarnado, preciso, cortante, especie de aguijonazo que debe llamar a reflexión a las autoridades docentes de ese plantel de primera línea (hermanos Maristas), en el que invoca la amistad y la buena relación que tuvieron, pero denuncia en forma vehemente que también cometieron el pecado de aislarse en muchos grupos que no solo no se comunicaban entre sí, sino que llegaban hasta la crítica malsana.
Sumado eso a los pensamientos individuales que cada uno sembró en la hoja protocolar, compruebo, sin duda alguna, que les espera un porvenir personal inmenso, que serán triunfadores en fábricas, clínicas y bufetes; que muchos estarán en la dirección de grupos o sectores de poder, tal vez ocupen altos destinos públicos, pero que llevan en su haber la carencia de no haber sido formados bajo un concepto de nación.
Será otro aprendizaje que tendrán que afrontar, al igual que cualquier joven venezolano.
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