Llego a un tribunal de una ciudad de Venezuela a cumplir con unas diligencias en mi trabajo de abogado litigante y me encuentro a un viejo amigo, litigante también, quien me narra las dificultades que hay para lograr una sentencia sin tanta dilación.
Ovidio, que así se llama el colega, es un hombre educado, de mucha simpatía y siempre con un gran sentido del humor. Me cuenta que en días pasados logró una audiencia con la juez para hablarle sobre un caso suyo que lleva años en espera de sentencia y ya con ella trató de hacerlo de la manera más educada, más divertida pero que reflejara un reclamo contundente por la demora en sentenciar.
" Doctora - le dijo a la juez - yo he venido al tribunal dos días seguidos y nos hemos visto y saludado ¿ cierto ? ", "sí, es verdad, te he visto los últimos dos días ", respondió ella enseguida.
" Okey, ¿ usted recuerda como vine vestido esos dos días" preguntó el litigante. Y la juez le respondió: " No, la verdad es que no me fijado "
" Bueno, fíjese, yo apenas me he cambiado las camisas pero el traje que he traido esos dos días es el mismo. Ahora, ¿ usted ve aquella colega que está en la cola pidiendo un expediente ?" continuó Ovidio.
" Sí, si claro, igual que tú ha venido estos últimos dos días, ayer vino con un vestido de flores y hoy con ese conjunto marrón, pero porqué me preguntas eso ?" dijo la juez.
" Porque ustedes las mujeres tienen que vestirse distinto todos los días y repiten un vestido o un conjunto cuando ya creen que nadie recuerda que se lo pusieron ¿cierto ? " agregó mi amigo.
"¿ Y ?" fue lo único que obtuvo como respuesta de la juez.
" Que si no usted decide rápido, entonces ellas no cobran y si no cobran ¿ cómo hacen para ensanchar y mejorar el vestuario ?..." concluyó Ovidio.
A mi amigo lo llamaron repentinamente para anunciarle un acto judicial y yéndose solo alcanzó a murmurar algo así como " Pero Vicente, ni así se ha logrado nada..."
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