Generalmente, cuando hablamos de sentimiento nacionalista o “nacionalismo” a secas, entendemos con tales palabras una actitud de defensa de lo propio, de lo nuestro, de algunas expresiones culturales, de una fuerza de defensa, de costumbres y en el mejor de los casos de ciudadanos unidos por un territorio y un destino común.
En realidad, esas podrían ser expresiones periféricas del nacionalismo, digamos más bien, ramificaciones de él, especie de factores en los que se diluye su centro de gravedad.
No lo veo así. Y siento, con toda la sinceridad del mundo, que jamás hemos tenido gobiernos, organismos, partidos o cualquier otra expresión social, que haya concebido y propugnado el nacionalismo en su verdadera y definitiva dimensión.
El nacionalismo es un modo de ser ante una serie de factores: territorio, conglomerado social, economía, defensa, cultura, etc., el cual, no obstante sus divergencias y confrontaciones, asume toda la ciudadanía como un instrumento de convivencia. Me explico. El ciudadano vive y concibe todo lo que le rodea en función de todos los que conviven en su mismo territorio. Así concebido, el nacionalismo no es una expresión heroica (como suele ser entendido) ni un conjunto de adornos a exhibir. Es, genuinamente, un modo de convivencia bien definido y aceptado por todos, el cual se defiende porque se cree en su utilidad, porque es garantista de la familia y de las instituciones, porque tiene herramientos para el bienestar social, porque es generador de mejores expectativas públicas. Escribiremos sobre esa garantía en la próxima entrega.
En realidad, esas podrían ser expresiones periféricas del nacionalismo, digamos más bien, ramificaciones de él, especie de factores en los que se diluye su centro de gravedad.
No lo veo así. Y siento, con toda la sinceridad del mundo, que jamás hemos tenido gobiernos, organismos, partidos o cualquier otra expresión social, que haya concebido y propugnado el nacionalismo en su verdadera y definitiva dimensión.
El nacionalismo es un modo de ser ante una serie de factores: territorio, conglomerado social, economía, defensa, cultura, etc., el cual, no obstante sus divergencias y confrontaciones, asume toda la ciudadanía como un instrumento de convivencia. Me explico. El ciudadano vive y concibe todo lo que le rodea en función de todos los que conviven en su mismo territorio. Así concebido, el nacionalismo no es una expresión heroica (como suele ser entendido) ni un conjunto de adornos a exhibir. Es, genuinamente, un modo de convivencia bien definido y aceptado por todos, el cual se defiende porque se cree en su utilidad, porque es garantista de la familia y de las instituciones, porque tiene herramientos para el bienestar social, porque es generador de mejores expectativas públicas. Escribiremos sobre esa garantía en la próxima entrega.
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