lunes, 13 de agosto de 2007
Ninguna piedra es así.
Después de haber concluido todo el acto protocolar – como siempre sucede – nos invitaron a comer algo y a tomar jugos de frutas. Al lado del gran protagonista de la jornada, el hombre llamado por alguna norma reglamentaria a presidirla, había siempre una silla destinada a un número indeterminado de ocupantes, cuidadosamente puesta allí para tener un número indeterminado de ocupantes. Ha de suponerse que todos nosotros, uno por uno, durante lo que quedaba de la reunión, la ocuparíamos en algún momento.
Y es más, me da la absoluta y real gana de creer que, en realidad, lo importante era el momento en que yo la ocuparía, lo que determina que el número indeterminado de ocupantes era solo en apariencias. “ La idea “, como gustan decir muchas personas hoy día, era que allí se sentase Pelliceri.
De entrada, el hombre me llamó “ el gran Pelliceri ”, junto con el riguroso saludo, que luego se ablandó con unas sonrisas que se mezclaban con la lista de méritos y generosos calificativos.
Yo también “de entrada” me pregunté por el alcance del “gran Pelliceri”, bueno, en verdad del “gran” solamente, suerte de comodín que lo mismo lo puede usar un torturador cuando le ponen al enemigo número uno que ha caído preso o al “summa cum laude” que habla con el rector universitario.
Al hombre quiero llamarlo “ el tipo ”, no por nada despectivo, que es como más se usa esa expresión, sino porque me parece el más apropiado para la desconfianza, que es en verdad lo que le tengo. El tipo me pregunta que si yo soy de los Pelliceri de Oriente y enseguida se me presenta un abanico de opciones que me ponen a prueba : la número uno “ no, guebón, yo soy de los Pelliceri que se cagan en tipos como tú”, no, no, muy fea esa y pienso, opción dos , más suave “ ¿ usted sabe, compai, cuántos Pelliceri hay solamente en este país ?. Entonces, se me ocurre que si le digo eso, soy yo quien le da muchas alternativas, porque el tipo me puede decir que hay unos Pelliceri que tienen real como monte, que son los dueños de las fábricas de materiales de acero; o me hablará de otros que dizque son intelectuales y hablan paja del gobierno en los medios de comunicación social, de los cuales hay uno que es un lengua suelta en todas las manifestaciones de protesta, para al final preguntarme ¿ de cuáles de esos eres tú ?
Nada que ver. Resuelvo decirle que yo soy Hilario Pelliceri y punto, es decir, no que le digo mi nombre y le agrego el “... y punto”, ya sabemos lo frontal y retador que es el uso de esa expresión en los últimos años, no, le digo simplemente mi primer nombre y mi primer apellido. Bien, no tuve porqué decirle si era o no de los de Oriente.( como que si la gente estuviese amarrada en un sector del país ).
¿ a qué te vas a dedicar de ahora en adelante, Pelliceri ? . Por supuesto que me gustaría hacer como en aquella caricatura argentina del “ otro yo del doctor Merengue ” y lanzarle un ¿ a qué va a ser, bolsa ? ¡ a comer, trabajar, tirar...!, pero no, obvio, el tipo necesita una respuesta cónsona con aquello que llaman “alta investidura”, ¿ cuál será esa respuesta ?. Si le digo que “a la vida” seguro pensará que este pendejo como que es medio poeta, que significa que es una persona a la que ellos potencialmente tienen que combatir; si le digo que a “a producir” es abrirle camino para “ en qué ramo “, “ con quién”, “ en que dependencia pública” o “ con qué billetes vas a arrancar”, no, demasiadas repreguntas.
Cuando uno está en estos trances le pasan muchas ideas por la cabeza, incluso olímpicas, que serían el culto a la libertad suprema, como por ejemplo largarle al tipo “ me voy a dedicar a restaurar jardines como has hecho tú y luego pasarle la factura al parlamento con un recargo del setecientos por ciento del valor de lo que te costó a ti hacerlo ” y luego sales a la calle y gritas que el tipo te persigue, que es un ladrón de siete suelas, no, no, no, eso no vale la pena, además, te vas a perder el pernil de cochino tostadito que ya están repartiendo ( quedan como tres personas antes que te pongan la bandeja en la cara), la cachapita de jojoto que se le chorrea la mantequilla y el vaso de chicha andina.
Puedo también expresarle “ a la política”, pero es como abrirle el paso de nuevo a la pregunta inicial de los Pelliceri de Oriente “ ¡ ah, sí, como tu familia de Oriente ”, que es acusarme por debajo de cuerda de conspirador y esto y lo otro; o tal vez le comunique “ a la familia” y volverá el cabrón con los Pelliceri de Oriente, verga, y seguramente le agregará algo así como “ustedes siempre son gente de combate”, para ver si me abre el apetito de dimes y diretes. No, mi amigo, nada de eso.
La tengo. A la medida del tipo. “ A tratar de identificarme con las proposiciones que usted hizo en el acto protocolar ”, ¡ coño!, se la puse en su terreno, de ahí no se sale. Incluso, si me contraataca con un “ cuál de tantas” ( en verdad, ni una sola que valga la pena), le devuelvo un “ con todas y cada una de ellas ”. Y todavía queda para contestarle con “ todas serán estudiadas” si insiste con un “ ¿alguna en específico? ”.
¿ y si las vainas en este país se ponen feas, qué harás ?
Fenomenal. “Ponte a prueba Hilario Pelliceri” me digo adentro, no es que lo piense, repito, me lo digo, porque me hablo a mí mismo, me doy una orden terminante, ¡ no, no te arreches porque te disparen a quemarropa ¡ eso es positivo, te fortalece, te educa, te entrena, te guía, te permite recoger y desechar, te sirve para trazar una raya y poner a cada quien su lugar (no pude evitar esta última expresión, generalmente antipática, pero debo ser fidedigno). Prueba de fuego, señores, termino de envolver a este gordo aprisionado en ese montón de botones, le digo lo mejor que me llegue en ese momento, tal como he hecho en las preguntas precedentes y me zampo un tolete de pernil, que ya el que los reparte está llegando, me dejo escapar un chorrito de grasa por la boca, agarro mi servilleta así como urgente y con pena, le hago señas que estoy atarugado, ¡ cof ¡ ¡ cof ! ) en estas hipótesis uno siempre arrastra la silla violentamente hacia atrás (experiencia adquirida, por lo general, en el matrimonio).
Ha llegado el hombre del pernil, las cachapitas y el vaso de chicha andina, ¡ joder ¡, después de todo me arrebató la estocada final que quería darle al tipo. “ ¡ Que importa ¡”, pienso, me estoy excediendo al querer utilizarlo para probar que uno puede pasarse la vida evitando piedras innecesarias. La piedra que no te deja paso es la del problema verdadero ¿acaso habrá realmente alguna piedra así ?. Para qué pensar en eso. Lo importante es que esta no es.
Que qué voy a hacer si en este país las vainas se ponen feas, bueno, puedo decirle que la solución la tenemos todos ( y el tipo asume que él es parte del todo y hasta puede creer que él es la parte más importante del todo, con lo que la pelota está otra vez en su cancha y se imagina diseñando y ejecutando la solución),
He escrito estas líneas, que son el producto de una conversación con el tipo a que he hecho referencia, sobre tres o cuatro preguntas que no tuvieron respuesta alguna. ¡ Que magia ¡ ¡Vivan las ideas! ¡Viva el lenguaje ¡. Y al carajo si se llega a enterar que son el producto de mi conversación con él y me llega hasta llamar “mala conducta” o cualquier cosa por el estilo.
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