sábado, 11 de agosto de 2007

La misma noche en que los amigos de Liborio le hicieron la despedida con motivo de su viaje a Oriente a estudiar Contaduría Pública, fue también aquella en que Bob Gibson le pintó nueve ceros al Caracas, permitiéndoles un solo hit, para un marcador final de una por cero a favor de Oriente.
Como a la décima ronda de las cervezas empezó la parte más dramática de la despedida. " Tranquilo", le decía Zózimo " son cinco años que pasan rápido...y después estarás otra vez aquí ". Pero a Liborio se le encurrujía el corazón de solo pensar en esos cinco años lejos de su tierra, en venir una o a lo más dos veces al año, en dejar los juegos del campito, las serenatas, las parrillas de medianoche, en Gracielita que ya estaba por darle y en Adelaida que estaba loca por adelantarle, en fin, por todo aquello que lo había ocupado desde que empezó la adolescencia. Cada uno de los muchachos del barrio lloró a su manera la partida del gran amigo que se marchaba así fuese por unos pocos años y cada quien pronosticó de forma distinta el ínfimo tiempo que pasaría entre tener el diploma en sus manos y el regreso a casa. Kikiko llegó a decir que Liborio regresaría a casa antes que se secara la tinta de la firma del Rector en el título universitario.
Liborio no vino en esos cinco años de sus estudios pero apenas sus amigos supieron que se graduaba pronto, empezaron a esperarlo. No vino el primer año después de graduado y alguien dijo que seguramente tenía que arreglar papeles, registrar el título, inscribirse aquí o acullá, cumplir compromisos docentes (como buen estudiante había sido preparador) o cualquier otra excusa. Cada año que pasaba sin el regreso de Liborio se hacía un inventario de las posibles excusas para hacerlo, "tuvo que trabajar para ganarse algo después de tanta peladera", "se puso a hacer un post grado", etc. Las razones se iban amoldando a las medidas del tiempo de lo que posiblemente estuviese haciendo, pero los muchachos lo seguían esperando. " Que va mi llave..." alegó Chapinero, ..." ese amor de Liborio por su tierra es tan grande que volverá en cualquier momento y si empezó a ser profesor vendrá después que lo jubilen..."
Pasaron cuarenta años y Liborio, ya a punto de regresar todos los días, no lo hacía.
Un día le comentaron al zurdo Grandilock lo extraño que Liborio, aquel que tanto lloró porque tenía que irse a estudiar a Oriente, no hubiese venido más, algo que ninguno se imaginaba que podía suceder. Grandilock dijo " un momento, a mi nadie me preguntó nada y yo nunca he hablado de eso, pero yo estaba seguro que no vendría más " y se fue sin dar explicaciones. Y si le preguntaron después porqué estaba tan seguro que Liborio no vendría más solo decía " porque sí " y no decía nada más.
Tonino se agarró de esa afirmación tan contundente y empezó así una trama detectivesca por su cuenta. Cómo es que Liborio, el mismo que había sufrido y hecho sufrir por su partida, que prometía volver y qué hacía esperar a sus amigos, no volvería jamás ?. ! Vaya certidumbre !.
Tonino rastreó cada vericueto posible por toda la zona del nuevo mercado libre donde Liborio era tan asiduo, contactó personas que pudieran darle información de lo que hacía en la parte comercial de la ciudad donde él no iba a comprar nada, averiguó sobre la vida de esos amigos que no son los de uno todos los días, porqué era tan adicto a la vida nocturna y no hablaba de ella, inclusive, una vez se enteró de cómo Liborio había calculado milimétricamente una fingida casualidad de encontrarse con un docente muy serio y así entablar amistad con él. Poco tiempo espués, finalmente, Tonino hizo su inventario y su determinante conclusión.
Tenía razón Grandilock aunque éste se guiara por "pálpitos" y no supiera las razones verdaderas. Imposible que Liborio volviera jamás. Cómo podía ser su vida de profesional triunfador, docente conocido, hombre de fortuna y fama, padre de familia, en una ciudad donde no se le había salvado ninguno, léase bien, ninguno de esos bichos raros de la época.
Sus amigos no debieron jamás esperarlo.

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