martes, 15 de mayo de 2007

El hombre que fallaba dos veces.


Muchos lo vieron como tamborileaba sus dedos sobre el escritorio durante las audiencias, lo cual le daba un aire lejano de cierta arrogancia, casi prepotencia. Pero seguramente no era ninguna de las dos cosas.

Exhibía un rostro marmóreo en el que apenas se movían los ojos, a veces como un relámpago nervioso, las más de ellas para ver obstinadamente a los litigantes que hablaban ante él y sus otros colegas del jurado.

Estaba concentrado, juran quienes lo veían en aquel menester. Llegaba siempre a la Sala presidiendo al grupo, con un paso rítmico, sereno, y se apoltronaba casi sin moverse durante la corta audiencia.

Estaba allí. Erá él. El mismo. Tenía algo, dicen, no se sabe si mucho, de lo que buscan las personas que allí acuden y que se atosigan exponiéndole a él, y a los otros, las cosas que quieren que les oigan y sobre cuya base quieren que ellos decidan.

Puede ser que esos fueran los únicos momentos de majestuosidad en aquellas vidas, sentados en escritorios huecos, local hueco, voces huecas, funcionarios huecos y un aire acondicionado exageradamente frío que complementa toda aquella huella humana.

Minutos después, en su despacho personal, revisaría qué lo fue mejor de aquello y qué lo peor. Lo peor lo clasificaría y lo tendría en orden ante cualquier eventualidad. Tenía que estar preparado. Voltearía en cualquier momento para asegurarse que no había extraviado el celular donde reposaban los números que le guiaban su vida en aquella expedición.

En otros minutos más, pocos por supuesto porque había mucho trabajo que hacer y muchas huellas que rastrear, revisaría su agenda para el fin de semana y la comprimiría para dejarle espacio libre a los imprevistos.

Si el espacio libre no se ocupaba, mejor. Ya podría largarse unos escoceses y jugarse un ajedrez con piezas de carne y hueso con otros que estaban en espera de los mismos acontecimientos imprevisibles.

El lunes en la mañana era el día. Los fantasmas merodean sus vidas durante los fines de semana y sus ocurrencias suelen expresarse, desde un memorandum para arriba, ese día lunes en la mañana. Si nada pasa, seguro que se puede sobrevivir toda la semana y presenciar con tranquilidad todas las audiencias que sean.

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