lunes, 23 de abril de 2007

El eterno y fastidioso cuento de la corrupción.


Desde que era niño, pasando no sé por cuantos gobiernos de diverso tipo, no ha habido semana y es posible que hasta día, en el que no haya oído hablar de corrupción, de desfalcos, de funcionarios corriendo para el exterior, de sobreprecios, de nepotismo, de... de...

Y jamás se ha demostrado nada en ese sentido. O al menos en los casos más grandes y sonados. Es posible que algún caso menor, que no lo creo, haya terminado con uno que otro preso y por poco tiempo. Pero la verdad enfática, clara, terminante, es que tal vez se use el tema de la corrrupción con fines de venganza o retaliación, pero como tal ese problema no existe.

Y es que no puede ser de otra manera.

Cuando una persona entra en un cargo público de cualquier ente nacional, estadal o municipal, empresas del Estado, sea cual sea el sector, desde el Presidente de la República hasta un señor que solo abre y cierra la llave del agua en un caserío perdido, todos, absolutamente todos, señalan cuáles son sus bienes y dónde viven, carga familiar, qué otro tipo de ingresos tienen, nombre y apellido de familiares, bienes que tenían antes del cargo...

De allí en adelante hay un seguimiento de rutina hasta que el funcionario sale del cargo por renuncia o jubilación o lo que sea, teniendo en cuenta los ascensos, cajas de ahorro, prestaciones sociales...

Jamás hay disparidad o algo que ponderadamente pueda despertar alguna sospecha. Pero si la hay, entonces entran en acción los muchachos de la división contra la delincuencia organizada y estos sí es verdad que hacen un minucioso rastreo, "peinan" toda información y si algo llegasen a encontrar, tenga usted la seguridad que el investigado la va a pasar mal.

Y es que no puede ser de otra manera.

Todas las transacciones bancarias están controladas, más aún hoy en día. Las empresas que venden cajas fuertes dan cuenta hasta el más mínimo detalle de quienes son los compradores de las mismas. La venta de boletos aéreos, vehículos, joyas, inmuebles son el campo preferido de los muchachos de la División y allí no dejan hueso sano. Los registros mercantiles se los leen de la A a la Z. También se van por las ramas.

Y es que no puede ser de otra manera.

Saben quiénes son los familiares y amigos del investigado. Alargando la lista hasta donde se pueda y así van estrangulando a los posibles testaferros. Examinan a cada uno, verifican, comparan, y aténganse a las consecuencias si aparece un jubilado de un Ministerio con una pensión de 1.000.000,00 de bolívares con un apartamento de 800 millones. Los muchachos de la División hacen sus giras por todo el país y el exterior.

Y es que no puede ser de otra manera.

A veces los ven en Miami, por ejemplo, y no faltará quien diga que están allí haciendo sus negocios. No señor. Investigan registros mercantiles, inmobiliarios, ventas de acciones y todo lo que se pueda adquirir con la tarjeta del banco que sea y del tipo que sea, en efectivo o con cheques. Por allí no se puede colar nada.

Lo que pasa con la corrupción es que es muy fácil atacar a alguien con ella. Basta con la sospecha y ya está preparado el terreno. Pero nunca jamás se ha demostrado nada ni a nadie se le ha encontrado nada.

Ese cuento es eterno y fastidioso.


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