La mañana del 13 de septiembre de 1976, más o menos a la hora en que esto escribo, me levanté a cumplir con la decisión más dura que me había tocado tomar en mi vida: Dejar de fumar.
Para ese momento me faltaban apenas poco menos de tres meses para cumplir los 30 años. Lo más significativo que hasta ese entonces me había producido el hábito de fumar era que, siendo jugador regular de primera categoría en el futbol aficionado, ya estaba en franca declinación para seguir compitiendo.
Fumé no muchos años pero lo hice intensamente. Había comenzado también en un mes de septiembre, en el año 1963, justo el día en que entré por primera vez a clases en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Venezuela. Fueron, en consecuencia, alrededor de 13 años fumando.
Para dejar de fumar había implementado varios mecanismos a lo largo de por lo menos tres años antes de dejarlo. Trataba de hacerlo parcialmente e iba por buen camino, pero siempre resultaban frágiles ante los imponderables. No, la solución era radical. De un solo plumazo. Ya eso lo sabía y eso me facilitó el camino mental parar emprender la tarea.
( Vale una anécdota. Un día amanecí casi sin cigarrillos y sin mucho dinero. A media mañana, cuando me iba a la Universidad tocaron la puerta de la casa y era una empresa de cigarrillos en promoción. Me dejaron tres cartones totalmente en blanco, marcados A, B y C, indicándome que pasarían dentro de un tiempo para que les dijera cuál me había parecido el mejor. Si la memoria no me falla era una marca "Imperial". De que el diablo tienta, tienta. Me los fumé.)
Bueno, en fin, arranqué ese 13 de septiembre de 1976, razón por la cual hoy estoy cumpliendo años de volver a nacer. Ocho días después ( de allí el título de esta entrega) nació mi hija María Fernanda (Dios la bendiga) y esa era una buena prueba de fuego para ver qué habíamos hecho en tan corto tiempo. A la carajita le dio por nacer en la madrugada y estuve revolviéndome en esa sala de espera con el deseo de fumar aún vivo pero no, dije que !no, coño!. Y vencimos. Así pues, tengo una hija a la que sólo llevo ocho días de edad.
En estos treinta y pico años que han pasado desde entonces y lo digo solo a título de evidenciar el sentido de esa lucha para quienes deseen emprenderla, he corrido muchos maratones ( el de la foto es uno de ellos) , he jugado futbol, futbolito (hasta los 45 años jugaba en alta competencia) y volibol, escalado montañas y algo que creo que es como un trofeo a la constancia: Hice sin inconveniente alguno , hace tres años atrás, la ya tradicional caminata de San Sebastián ( la primera fue de 3 personas y hoy día son miles, mes de enero de cada año) que va desde Maracay hasta Ocumare de la Costa, aproximadamente en unas ocho horas.
Pero la meta y el objetivo de dejar de fumar no son las hazañas ni cosas llamativas. Es la calidad de vida, simplemente.
Tampoco podemos eludir el esfuerzo de dejar de fumar bajo aquello tan trillado de " yo conozco a un señor que fumaba como un árabe ( no sé porqué pagan los árabes) y murió de 90 años" o " Yo conocí un tipo que nunca fumó y murió de cáncer en el pulmón a los 25 años). Majadería. Se trata simplemente de la calidad de vida actual. Si uno pensara para todo en las "incongruencias" de la vida y en el futuro, entonces no haría muchas cosas que hace o haría muchas cosas que no debe hacer. No, todo está en función del ya, del ahora, del hoy que sea bueno, agradable, lo mejor posible. Y fumando eso no es ni será posible.
Como siempre cuando cumplo años no pierdo la oportunidad de divulgar por cualquier medio algo que pueda ayudar a alguien. Algunas personas aceptan mi invitación y me escriben y me preguntan cualquier cosa. Espero poder ser útil.
Conozco muchos secretos y recursos, pues no se crea que al vencerse el hábito a los dos o tres meses, al año o que sé yo, según la capacidad de cada quien, ya somos unos héroes. No, en absoluto. Lo digo sin querer descorazonar a nadie. Ese enemigo está ahí agazapado, esperando cualquier debilidad para apoderarse de uno.
Se le vencerá, entonces, con paciencia, con muchos recursos sobretodo mentales. Uno de ellos, porqué no, es el de sentirse un triunfador, capaz de lo que sea.
(Pongo otro ejemplo para ayudar a las mujeres. Hace unos pocos años atrás me tocó trabajar profesionalmente con una mujer muy hermosa. En algunas ocasiones nos vimos a los ojos con alguna simpatía o interés no profesional, pero cuando me hablaba me noqueaba. Un día que la encontré muy de mañana casi que me chamuscó con aquella fetidez producto del cigarrillo. Perdonen que sea crudo, pero es así).
Concluyo con dos observaciones: una, hay miles de recursos para vencer el hábito o para no caer en él de nuevo, en cualquier época en que se le presente la situación. En casi todos el componente de la autoestima es determinante, la paciencia, el sentido del triunfo, el buen momento actual, etc.
Y la otra. Cuando usted ha vencido ese hábito que lo acogotaba no hay empresa humana que le parezca imposible. Todas le parecerán más fáciles, así se trate de ser astronauta o practicante de deportes extremos. Piénselo.
Gracias por felicitarme en mi cumpleaños de hoy. Y un beso para mi hija, a quien solo llevó ocho días de edad. Vicente Amengual Sosa.
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