Casi que es inimaginable a la señora Elena haciendo el papel de jodedora. Seriecita, muy convencional, apegada a las reglas sociales de los matrimonios, es de aquellas que se sienta junto a su marido en una reunión social y ve pasar la noche pegadita junto a él, hablando de sus obligaciones como ama de casa, de los muchachos y de los compromisos con la casa parroquial, dándole uno que otro sorbito a un vino rosado y comiéndose los tequeños de trocito en trocito que rebana con los dientes de adelante.
Pero algún día se estalla. Y por ahí se puede empezar, es decir, por allí puede salir el jodedor que cada cual lleva por dentro y que seguramente se ha negado a salir porque su dueño lo ha encarcelado injustamente.
Resulta que una noche varias parejas se encuentran hablando de política en la barra de una tasca, en espera del inicio de una convención profesional. Llegadas las nueve de la noche, el televisor anuncia pomposamente el inicio de su novela estelar “El magnate”. Doña Elena se aparta un poco del grupo que está embebido en su discusión y ve hacia la pantalla televisiva con total atención, justo en el momento en que anuncian al galán de la telenovela....! fulano de tal...!. Reacciona y pensando que no la oye nadie dice a media voz: “ ¡ a esta novela no la deberían llamar El magnate sino El mangote...”. El marido que la oye, sorprendido, atónito, por aquella reacción de su hasta ahora pacata esposa, le señala con cierto disgusto”.
“ ¡ verga, mija, no sabía que te gustaba tanto así ese tipo, no te da pena que ese es un viejo todo arrugao...”
La esposa ve a su marido también sorprendida porque la han agarrado “con las manos en la masa”, ve luego a la pantalla del televisor como constatando lo que él ha dicho sobre su galán de la novela y ya sin poderse echar hacia atrás, decide echar el resto y revelar esa parte que quién sabe cuánto tiempo mantuvo reprimida:
“ ¿ arrugao dices tú?, bueno, no importa ¡ yo asumo esa responsabilidad!.
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