Recuerdo todas las veces que incansablemente remé por la mar de tus ojos tristes, profundos, intensamente oceánicos.
Recuerdo las contingencias de nuestro amor sin fragua.
Eso fue amor, mujer. Te dejo estas líneas entre los vericuetos que dejan las travesuras del amor, en espera de que lleguen a ti, como desde hace tiempo debió haber sido, y halles en ellas la compensación que te adeudo. Gracias, mujer.
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