lunes, 1 de octubre de 2007

Una de esas batallas que parece que no se pueden ganar nunca.

Perdí la cuenta de la cantidad de años que tengo luchando para que mi hermano Alain deje de fumar. Le enseño folletos y folletines sobre el tema de los daños del cigarrillo. Le anuncio programas de televisión sobre el tema. Le leo lo que dicen sus mismísimas cajas de cigarrillo. Le cuento lo que han vivido otras personas. Y nada.
El siempre me da la misma respuesta: Que nuestra familia es longeva fume o no fume, y que la prueba irrefutable es que nuestra abuela paterna vivió casi 108 años.
Por años tuve la esperanza que se diera cuenta que esas cosas no son así.
Ahora, tanto tiempo después, tengo la esperanza que sean así.

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