martes, 9 de septiembre de 2008

Maracay y sus espacios cálidos.


Me ha gustado siempre esa expresión de "espacios cálidos" para referirnos a esos lugares que se nos cuelan hasta el alma.
Es lo primero que busco cuando hago turismo fuera de mi ciudad, donde quiera que sea.
Y es también lo que he hecho en mi ciudad de Maracay desde que era un muchacho, aún cuando a fuerza de tanto hacerlo he llegado a pensar que ya no hay más, que los he agotado todos.
Quizás fue esa búsqueda la que me llevó a tomar más de 500 fotos en 1975, de las cuales he publicado en este blog unas 200.
Por lo general, esos espacios son herencia de la ciudad gomera, sus ramificaciones y sus posteriores partos. Fue fructífera mi bella ciudad en ese aspecto.
Hay días en los que trato incesantemente de descubrir algo nuevo y en sus noches me duermo comprobrando los menguados frutos de esa búsqueda.
Hubo tiempos en los que apelé hasta la figura de Carlos Gardel caminando al amanecer por las veredas en la que los chácharos cuidaban celosamente la ciudad y me voy así metiendo en un cuento que nunca termino, un cuento que se disipa en el olor a café de una casa con un fogón para hacer arepas y en una mesa donde quedan aún trozos de torta bejarana.
Seguramente me extravío en un sueño que aplaza la búsqueda del espacio cálido hasta otra ocasión en que sueño despierto.
Este fin de semana, tal vez mientras me sumergía en la rutina de mi infructuosa constancia, me cambiaron algunas partes de la ciudad. Y lo más extraño es que sucedió a pocas cuadras de mi casa.
Camino por allí ubicando una dirección perdida y veo casas acogedoras, construcciones bien pensadas, árboles gigantescos y frondosos que juraría no estaban allí el día antes, calles apacibles, gente envuelta en cruces de comunicación que no dudas son de vieja data, plazoletas, jardines, balcones que hablan de generosidad humana, en fin, una ciudad, una parte de mi ciudad convertida repentinamente en un espacio cálido.
Un días después de esa gran emoción sigo contento con lo hallado. Pero sospecho que todo eso estuvo allí desde hace mucho tiempo y que era yo quien había perdido un poco la habilidad de buscar y hallar esos espacios.
Sí, tengo más vida.

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