miércoles, 29 de agosto de 2007

PADRES (04). Un poquito de tu tiempo papá.



Cansado de comprobarlo en la vida, lo comenté por diversos medios: La relación entre padres e hijos debe ser buena en cantidad y calidad. Pero, si por la razón que sea, no es posible mucha cantidad, lo importante es la calidad de cada momento de contacto. Nunca supe que ello se planteara con la frecuencia debida.
Después de tantos años pensando lo mismo, me encuentro sorpresivamente con una propaganda oficial que pregona lo mismo. ¡Vaya ¡, algún día tenía que ser.
Es común ver eso que llaman “hogares bien constituidos”, en los que el padre es sumamente responsable con sus hijos en cuanto a la educación y manutención, llega siempre temprano a casa y comen juntos y hasta comparten con frecuencia diversiones, viajes, vacaciones, restaurantes, deporte, etc. Los asiste en caso de enfermedades y cubre cualquier gasto necesario en ese sentido.
Los lleva y los trae de los centros de educación, o les asegura un transporte.
Pero ese o esos hijos llevan un mundo por dentro que trasciende en buena medida todo ese otro mundo del llamado “hogar bien constituido”.
Del sexo que sean, el padre puede y debe tener una presencia prudente pero efectiva en los primeros pasos de la sexualidad, resolver confusiones, orientar decisiones. Debe canalizar de alguna manera la exacta visión de los noviazgos, dejando que sea el joven quien decida su destino.
Los muchachos aparentemente satisfechos por todo lo que reciben, sin embargo ocultan, disimulan, evaden, o se sienten parados ante barreras infranqueables en lo que respecta a las inquietudes políticas, la conducta de los gobernantes, cómo escogerán su destino laboral o carrera universitaria, cómo abordar a sus otros hermanos o al otro padre, cómo entender las decisiones de sus padres y porqué las toman.Aún cuando uno o ambos padres asuman una intensa responsabilidad en complementar absolutamente todo lo que corresponde a sus hijos, siempre, siempre, quedarán muchas cosas pendientes. Lo importante es ofrecerle al hijo una herramienta para que piense y actúe de lo mejor posible. Digamos que entre otras cosas, basta con alimentarle su seguridad, ayudarlo a resolver y a cubrir sus errores, ponderar las circunstancias de una decisión. Así el hijo lleva asegurada buena parte del camino.

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