lunes, 16 de abril de 2007

La justicia de la que me hablaron.

Recuerdo a los profesores de Derecho que me hablaron de justicia. Más aún a los que eran más vehementes. Tanto tiempo transcurrido hace que la imagen que ahora me viene en mente esté ya un poco borrosa. Sin embargo, alcanzo a ver a un profesor ruiseño explicando cómo se construye ese ideal de la justicia, un dedo índice alzado, tres o cuatro alumnos sentados a su alrededor, una tarima y un jardín exterior.
Me pregunto en este momento si ya para ese entonces habría sufrido algunos desengaños pero tenía que cumplir su deber con los alumnos. O si todavía sentía que todo era posible. Me pregunto si hoy creen en todo eso con aquella misma vehemencia.
Quizás para mi todo haya sido más fácil por la sencilla razón que nunca he creído extremadamente, totalmente, en nada. Ser desconfiado, dudar, es de mi esencia y creo que eso ha sido un instrumento de valor para ser abogado.
Pero compartí el sueño de la justicia ideal de la que hablaron mis profesores. Supongo que en ese momento no tenía mucha madurez ni suficientes razones para dudar. Tampoco es que hoy día tenga motivos, muchos o pocos, para negar el ideal de la justicia. No. En absoluto. En todos estos años he visto, he sentido, cómo de mis razonamientos llevados a un papel o a mi voz, he conseguido serle útil a decenas de personas.
Lo que aún no logro entender es cómo un juez o muchos jueces pueden ser muchas veces injustos. Acepto, entiendo, que el Estado y sus funcionarios se aparten de la ley, que lo hagan los que diseñan las leyes, que lo hagan los hombres y mujeres que tienen que hablar u oír a alguien, que lo hagan los patronos o los trabajadores, que sean injustos los que administran cualquier cosa, que lo sean los profesores, que lo sean los que tienen que distribuir la riqueza, que lo sean los que disponen de las armas, todos, todos los seres humanos distintos a un juez.
Pero un juez sistemáticamente injusto, deliberadamente injusto, injusto por indiferencia o por complacencia, es un criminal. Agrede el alma de la sociedad. Transforma en basura su misión. Alienta la venganza entre los seres humanos, corroe la vida de sus semejantes, insta al uso de la fuerza, desanima a los factores que pueden hacer crecer a su comunidad, su país. No es que un juez no pueda equivocare o dudar. Lo que no puedo aceptar es que parte de la lucha contra la injusticia es la que se hace contra los jueces injustos que saben que lo son y tienen que aceptarlo, o son ellos los que la propician o permiten que se haga presente. Cómo puede ser esto posible ?
Los seres humanos, a cada momento, estamos proclives a cometer una injusticia o las cometemos. Las que trascienden a la sociedad por los intereses que lesionan o las consecuencias que conllevan, deben ser llevadas ante los jueces para que como representantes de la ley, restablezcan los valores de la sociedad.
Si esto no puede ser así nunca una sociedad es enteramente libre ni puede avanzar como es debido.
Espero que alguno de mis profesores puedan leer esto. Vamos a dar la pelea hasta el final. Pero aún estamos en desventaja.

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